miércoles, 22 de julio de 2015

La historia como ciencia posible: una lectura de Pierre Vilar


Por Enrique Esqueda Blas
Profesor de la Especialidad en Enseñanza de la Historia, UnADM

De acuerdo con el historiador francés, Pierre Vilar (1906-2003), en su entrada dedicada al vocablo “Historia”, ésta es tanto una materia, como el conocimiento que puede tenerse de ella. Es decir, en su segunda acepción, es un conjunto de hechos pasados susceptibles de ser observados, narrados y transmitidos. Para Vilar, la historia ha tenido popularmente las designaciones de maestra, tribunal político y recuerdo colectivo. Cada una de estas variaciones obliga a pensar en la capacidad disciplinar —diríamos, real o supuesta, deseable o indeseable— de extraer lecciones del pasado y emitir juicios morales. Esto implica determinaciones sobre cómo se investiga y verifican hechos; pero también, tener en cuenta las implicaciones políticas del pasado, en cuanto qué se rememora, cómo y por qué, y sus nexos con luchas concretas entre actores sociales, que derivan en hegemonías y eliminaciones historiográficas.
Conviene señalar que un rasgo particular de la historia como saber científico es abocarse al acontecer humano, ciertamente entendiendo mitos, pero podemos suponer, excluyendo explicaciones metafísicas. De ahí que para Vilar la historia sea “ciencia del tiempo”, un saber racional, crítico, problematizador y analítico, que busca tener un respaldo objetivo en vestigios y experiencias colectivas; que sirve para explicar sistemáticamente relaciones entre hechos, y ayuda a los actores a toman conciencia sobre la dinámica de las sociedades. De ahí que nuestro campo tenga contacto con la política y la ideología y se preocupe por desentrañar los mecanismos de los hechos sociales (pasados y presentes) teniendo estrecha relación con la sociología.
Para el profesor, sociología e historia habrían tomado rumbos distintos en el siglo XIX y principios del XX, momento en que una de estas formas de conocimiento se hizo generalizadora y otra se enfocó en el terreno de los acontecimientos y las lecturas empíricas. Vilar muestra por medio de una síntesis apretada de historia de la historiografía, como campo cada vez mejor definido y profesional, que no son las causas inmediatas las que le incumben a la historia, sino las profundas, las que están en su raíz y las que permiten analizar conexiones. De ahí que confiera a ese abordaje un carácter científico, ya que se ha de buscar una interpretación global y lo mejor fundamentada posible, en información que no tuvieron los contemporáneos.
De esta forma, la historia es para Vilar, una ciencia posible (en vías de construcción) como saber razonado y no como verdad absoluta, prejuiciosa o estudiosa de una materia muerta. Aunque ciertamente éste es un posicionamiento que se enfrenta a dos problemas graves: la subjetividad y los usos políticos del pasado. Respecto al primero la única respuesta, que me parece posible deducir, es que el historiador se perdería en los documentos de no tener una pregunta clara, con la cual indagar al pasado, así como hipótesis en las cuales sustentar su obra. Si a eso sumamos que su modelo requiere de tomar en cuenta las complejas interacciones entre economía, masas y civilizaciones, entonces observamos que habría controles para encaminar a la historia hacia una ciencia que pusiera su acento en comprender cambios y permanencias, conscientes e inconscientes, de los más diversos tipos. A ello puede agregarse el diálogo interdisciplinario y el uso de métodos y técnicas de procesamiento y análisis de datos cuantitativos; además del equilibrio que las interpretaciones históricas deben tener respecto al contraste de evidencias y las determinaciones sobre las intenciones de los actores. 
Los usos políticos del pasado se entienden como una realidad directa o indirecta del oficio de historiar; de alguna manera, pienso, un reto que la ciencia ha tenido que enfrentar, aunque intente objetividad y neutralidad. Una ilustración de ello es el desarrollo de los saberes atómicos que derivaron en el empleo de un arma de destrucción masiva en contra de la población civil japonesa. Por lo anterior, valdría la pena recordar lo sostenido por Luciano: el historiador ha de dudar de los diversos dichos, ser fiel a la verdad, escribir con sencillez y negarse a la adulación de los poderosos, tal vez con ello dispondríamos, cuando menos, de una historiografía más independiente y liberadora.

Fuente:
Vilar, P. (1999), Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Madrid, Altaya, pp. 15-47.

2 comentarios:

  1. Reseña crítica del Libro "Teoría de la Historia" de Ernesto Schettino.

    Para Schettino no estamos conscientes del carácter histórico de nuestras concepciones de la realidad, pese a que la cultura actual da por hecho las nociones de evolución, progreso y desarrollo histórico-social.

    Un caso es el concepto de elemento, del cual tenemos noción por la tabla periódica porque así nos la enseñan en educación media superior. Pero si nos remitimos al pasado, específicamente a la Grecia Clásica, podemos encontrar la definición del mismo cuando hablamos de los cuatro elementos por los cuales está formada la Naturaleza y se creó el universo: agua, tierra, aire y fuego (incluso hubo un debate álgido entre los filósofos presocráticos a efecto de comprobar cuál es el elemento primigineo; véase Tales de Mileto, Heráclito, Anáxagoras, etc.).

    Saludos cordiales. Excelente día.

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    1. Hola Moisés, no imaginé que el texto de Schettino fuera tan accesible, de ahí la idea de traerlo a revisión y análisis. No estoy tan seguro de seguirte en el primer párrafo, ya que una de las premisas del autor es que ciertamente las sociedades han tenido distintas formas de relatar el pasado (aunque en forma de mitos o crónicas) para dotarse de sentido. Sin embargo, el acuerdo es pensar que la historia profesional y académica se desarrolla a mediados del siglo XIX en Europa, pese a los avances de mentes preclaras quienes percibieron el cambio e intentaron dar sentido a la historia de la humanidad. Saludos.

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